Proceso de desorientación

Sólo me apetece, realmente,
desorientarme, girar las cosas
de sitio y dar mil vueltas,
marearme hasta levitar,
vomitar y caer redondo
en el suelo, cerrar los ojos,
meditar, reflexionar,
y diez segundos y ocho decimas
después abrir los ojos y levantarme
en un lugar que no conozca,
donde pase desapercibido
ante las miradas de personas
que me acusan de no llevar
una vida “recomendable”.

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