A Soledad


Acémila añeja enjuta.
Senda sin zapatos caminada,
lleva así toda la ruta.
Del espanto y el pavor rodeada.

Fusiles contra los vientos,
sin miedo, confiados, enfretaban.
Supernova en firmamento.
Metrallas en el cielo silbaban.

Hambre y miseria es su vida.
Santiguan por cuerpos de cunetas,
sin saber si habrá ida,
se sienten vuelos de metralletas.

Él, hacia ellos se dirige,
mil valientes, altos, vigorosos,
cavan ya sus propios fosos.
No, no pasarán, o eso se rige.

Cuerpo a tierra es la rutina.
Tristeza, su llanto no sorprende.
País rebosante de ruina.
Un país que de dos hilares pende.

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