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Cambié
mi vida por la palabra
que se mecía
en una banqueta erguida
donde tendí
mi mano a la libertad
y recogí la cosecha
que sembré
con un bolígrafo
en un papel.

Regresé
a la actualidad
donde la tradición
era sentarse
delante de un electrodoméstico
y escuchar a un individuo
que era maestro
en describirnos
las mejores antonimias
de belleza.

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